Dicen que la Naturaleza es sabia. Tanto que, cuando la escuchamos con atención, nos permite descubrir algunas de las claves que nos ayudarán a convivir con ella más y mejor. Esto, echando un vistazo al panorama que nos ocupa, el del desarrollo sostenible y el freno del cambio climático, parece estos días más importante que nunca.
Días en los que la necesidad de establecer mecanismos para, literalmente, salvar el planeta, es una constante en la agenda política y energética de los países. El 2020 se acerca y los objetivos apremian, por ello Europa se pone las pilas con el uso de las renovables y sus mandatarios centran los esfuerzos en cumplir con el pacto internacional.
Por lo demás, fuera de la big picture que supone el conocido como Programa 21, la aplicación de las energías renovables para solucionar problemas concretos de nuestro medio ambiente es tan real como positiva. Respecto a estas aplicaciones, recientemente se publicaba en la revista Ecosystems un estudio de investigadores españoles sobre la capacidad de la biomasa para reducir hasta en un 60% los incendios forestales.
Los resultados de esta investigación concluían que la extracción estratégica de biomasa para producir astilla o pélets y su uso vinculado a una política de consumo de proximidad servirían para modificar el régimen de incendios. Según esta teoría, los montes en los que se controle y gestione correctamente la extracción del combustible serían menos propensos a sufrir grandes incendios y, de sufrirlos, las condiciones para su extinción serían mejores.
El uso de la biomasa para energía para reducir el riesgo de incendios forestales se vería además condicionado por la ubicación de los tratamientos y por la intensidad y la capacidad del cuerpo de bomberos para aprovechar la oportunidad. De hacerlo bien, el vínculo entre el sector forestal y el energético se fortalecería, se encontraría la solución a una posible falta de medios y abarataría los costes de la extinción de incendios.
Fuente: Energías Renovables