Desde nuestra educación más básica hemos asimilado el proceso de fotosíntesis de las plantas como el responsable de que estas crecieran gracias al poder del sol. Ahora, un grupo de científicos de la universidad de Copenhague ha descubierto que la operación contraria, conocida como fotosíntesis inversa, puede proporcionarnos una nueva fuente energética de gran eficacia.
Como decimos, si los vegetales utilizan la energía solar para crecer durante la fotosíntesis, en el proceso inverso la usan para conseguir el efecto contrario, es decir, para desaparecer. Esto supone un nuevo uso del sol para descomponer los materiales que, aplicado a la extracción química a partir de biomasa, puede resultar muy útil.
La principal ventaja radica en que el sol sería la única fuente natural necesaria, lo que abarataría los costes y facilitaría la producción. Si, hasta el momento, para conseguir hidrocarburos de la materia vegetal descompuesta había que esperar millones de años o provocar reacciones mediante energías complementarias, ahora el sol y la fotosíntesis inversa podrían ser suficientes.
En ambos tipos de fotosíntesis interviene la misma molécula: combinada con una enzima específica la clorofila también es capaz de romper las estructuras moleculares de las plantas y generar nuevos productos químicos de aplicación en las industrias química y energética.
Controlar este proceso supondría la posibilidad de generar energía a partir de vegetales, plásticos y polímeros a temperaturas muy bajas y de una forma rápida y menos contaminante. De nuevo, el sol se posiciona, así como la fuente natural más poderosa de cara a producir energía en un futuro que parece cada vez más cercano.
Fuente: La Razón