Ya han pasado 12 años desde aquella conferencia en la que Europa se puso un objetivo claro para 2020 respecto a las energías renovables. Fue en Bonn, en junio de 2004, cuando el Parlamento Europeo llegó a la recomendación de que, alcanzada la fecha, estas supusieran el 20% del consumo total de energía. Un esfuerzo común que sellaba un compromiso para frenar el impacto ambiental y en el que se contemplaban las especificidades energéticas de cada estado.
Más tarde, en marzo de 2007, el Consejo Europeo aprobó en Bruselas un plan energético obligatorio para recortar en un 20% las emisiones de dióxido de carbono y que dejaba en manos de cada estado miembro la decisión de recurrir o no a la energía nuclear. Además, se estableció el compromiso de lograr una cuota mínima de un 10% de biocombustibles en el consumo total de gasolina y gasóleo de transporte.
Hoy, en 2016, nueve de los países europeos implicados en este reto necesario ya han conseguido sus ‘objetivos verdes’. Felizmente, las energías renovables están ganando terreno frente a las contaminantes y aunque Europa sigue detrás de países tan comprometidos con el cambio como China (que representa un 36% del total de renovables en el mundo), estas naciones despuntan en la carrera por las energías limpias del Viejo Continente.
Suecia, Bulgaria y Estonia fueron los primeros en alcanzar el 20% hace tres años. Lituania se incorporó en el 2014 y, el año pasado, Finlandia, Croacia, Rumanía, Italia y la República Checa (Chequia) se unían también a la ya conocida como ‘revolución renovable’.
De entre estos países aventajados, Suecia es sin duda el más aplicado. No obstante, es el que más energía limpia genera – un 50% del total- superando mucho la media de la UE , que está en el 16%). La clave de su éxito está en la industria hidroeléctrica.
A pesar de los buenos resultados de los países mencionados, lo cierto es que al desafío de Europa con las renovables se le está agotando el tiempo. Por nuestra parte, en Eiffage Energía seguimos comprometidos tanto con la energía eólica como con la solar, en nuestra certeza de que aún podemos construir un mundo más sostenible.
Fuente: Expansión